Por
Karolina Caicedo Flórez
“La frontera con Estados Unidos
para los centroamericanos no es Texas ni Arizona, es Chiapas”, afirma el padre
Flor María Rigoni, quien coordina un albergue para migrantes en una de las
fronteras más transitadas por los centroamericanos, en la ciudad de Tapachula, estado de Chiapas.
El paso de personas extranjeras
por México tiene dos caras totalmente antagónicas por cuenta de lo que el
gobierno les ofrece: por un lado, está la cara del “Vive México lindo y querido
” en donde los turistas disfrutan de una amplia programación turística,
cultural y de diversión segura que el gobierno garantiza gracias a la
Secretaría de Turismo, siendo México el país de América Latina que más turistas
atrae.
No voy a ahondar más en esta cara
pues muchos de ustedes que tienen la oportunidad de leer esta crónica habrán
podido, al igual que yo, disfrutar de este gran privilegio. Además, a
diferencia del México que viven los migrantes, la cara del México que viven los
turistas tiene muchísima difusión: los boletines emitidos por el gobierno de
México, páginas de internet, libros, televisión, entre otros, dan cuenta de
esto.
Pero por otro lado, está la cara
de los extranjeros migrantes procedentes de Centroamérica que se ven obligados
a atravesar los más de 3.000 kilómetros del sur al norte México para alcanzar
el “sueño americano”. La travesía de estas migrantes comienza con el cruce de
la frontera Guatemala-México atravesando el río Suchiate (una buena parte opta
por esta frontera) y desde este lugar el México “lindo y querido” que el
gobierno vende a los turistas adquiere una connotación de calvario total para
los migrantes, dadas las condiciones de ilegalidad en las que entran a México,
pues este país les exige una visa que solo una estabilidad económica (ausente
para la mayoría de centroamericanos puede proporcionarles.
Al otro lado del río, hay decenas
de oficiales de migración esperándoles para pedirles su documentación, teniendo
muchos de ellos que tomar rutas alternas que les permita poner el primer pie en
territorio mexicano.
Al estar del lado mexicano, los
migrantes optan por dos opciones principalmente: la primera, para quienes
cuentan con algo de dinero, es tomar microbuses hasta Arriaga, pueblo costero
al norte de Chiapas, aproximadamente a 300 Km de la frontera con Guatemala.
Esta opción presenta una dificultad ineludible para quienes optan por ella: la
presencia de aproximadamente 10 puestos del Instituto Nacional de Migración “la
migra” como le llaman estos migrantes, en donde decenas de hombres pesquisan
los pasajeros que llevan estos microbuses, valiéndose del aspecto físico con el
cual dicen identificar a los centroamericanos (piel oscura y ropa sucia) a
quienes piden sus documentos y los bajan de los microbuses.
Para evitar esto, los migrantes
han optado por lo que llaman “rodear la migra”, que consiste en bajarse algunos
metros antes de los parajes de la migración y tomar rutas alternas para caminar
más adelante del puesto de migración y de esta forma evitarlo. A estas rutas
alternas se accede saliéndose de la carretera tomando camino en las montañas
que rodean el estado de Chiapas.
Estas rutas alternas, a pocos
metros de los puestos de la policía migratoria y de los soldados que kilómetro
a kilómetro hacen de Chiapas el estado más militarizado de México, son demasiado
peligrosas, ya que allí operan bandas delincuenciales (integradas no solamente
por mexicanos sino también por centroamericanos que no pudieron llegar a
Estados Unidos) que roban el poco dinero y pertenencias que llevan los
migrantes, sometiéndolos a desnudos para requisar hasta el último bolsillo de
su ropa y de paso violando a las mujeres migrantes que por allí transitan.
El/La migrante que con mayor suerte cuenta le dejan quedarse con su ropa. No
conocí ningún/a migrante con el que tuve la oportunidad de conversar que no
haya sido asaltad@ en este recorrido y son pocas las mujeres que se libran de
ser violadas, aún si van acompañadas de sus familiares o amigos varones.
Vale subrayar que dichos asaltos,
violaciones y en ocasiones hasta secuestros, ocurren a pocos kilómetros de los
numerosos controles migratorios que hay a lo largo y ancho de Chiapas, en donde
todos los migrantes y agrupaciones
civiles que defienden sus derechos coinciden en afirmar que actúan con la total
complicidad de las autoridades migratorias y militares, además de la garantía
de impunidad por cuenta de la justicia mexicana, ante las miles de denuncias
que han interpuesto estos migrantes. Pero además, por si fuera poco, también
tienen que vivir algunos de ellos las extorsiones por parte de la policía y los
militares, quienes quitan su dinero a cambio de no entregarlos a migración.
Vale recordar que la facultad de pedir papeles y retener migrantes, según la
legislación mexicana, solamente la tienen las autoridades migratorias.
La otra opción por la cual optan
los centroamericanos al llegar a la frontera es caminar por la vía del tren que
desde el 2005 por cuenta de un huracán no le permite circular a los trenes de
carga. Esta vía del tren les garantiza que no encontrarán en su camino a los
tormentosos puestos de migración y que por lo menos hasta llegar a Arriaga, no
serán deportados a su país.
Pero para ello deben caminar bajo
el sol aproximadamente 300 Kilómetros, gastando hasta una semana en hacer este
camino. Algunos han optado por usar la bicicleta.
“La
Bestia” en su paso por Veracruz
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Pero si bien están a salvo de la
policía migratoria no lo están de los asaltantes que roban su poco dinero y
pertenencias. Y hay de quien se oponga a darle el gusto a estos asaltantes de
ser despojados de su poco dinero, pues serán cruelmente golpeados y en
ocasiones, hasta les quitan la vida. Pude conversar con dos migrantes que por
oponerse a ser robados le cortaron el dedo a uno de ellos y al otro lo dejaron
casi que con el ojo por fuera. Las
mujeres por este camino, al igual que la primera opción, la de “rodear la
migra”, tampoco se libran de los violadores.
Migrante que por negarse a ser asaltado le cortaron su mano
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Al llegar a Arriaga, luego de
caminar casi una semana, los migrantes encuentran un albergue que les dará
hospedaje hasta por tres días y alimentación, además de orientación migratoria
y de denuncias ante los constantes atropellos que han tenido que vivir en tan
solo una décima parte del largo camino que les espera hasta la frontera con
Estados Unidos; por ello mucha razón tenía el padre Rigoni al afirmar que la
verdadera frontera con Estados Unidos está en Chiapas.
En este albergue los trabajadores
y voluntarios también se ofrecen a curar las fuertes yagas, cayos, infecciones
y aberturas en la piel de los pies de los migrantes que han caminado cientos de
kilómetros, pareciera que hubieran caminado por encima de piedras y espinas y
que se hubieran tropezado cada kilómetro, es demasiado impresionante.
Sin embargo, pese a las
dificultades que viven en esta parte del camino, la gran mayoría llegan
animados y dispuestos a dar la batalla hasta llegar a la frontera con Estados
Unidos, además, para su fortuna, podrán tener el primer contacto con el tren,
al que le llaman “La Bestia” librándose
de esta cruel y peligrosa caminata.
Sin embargo ellos no viajan en
las condiciones de seguridad que ofrece un tren para viajeros, es decir, dentro
de un vagón, con sillas, cinturón de seguridad y una ventana para poder
observar los paisajes del camino. Ellos deben subirse, en las condiciones de
inseguridad más absurdas, en el techo de estos vagones, en donde algunas veces
no tienen ni de dónde agarrarse. Este tren que sale de Arriaga se dirige hacia
Ixtepec, pueblo ubicado en la costa de Oaxaca y tarda aproximadamente 15 horas
en hacer este recorrido.
En este recorrido los migrantes
deben aguantar una temperatura bastante alta en el día y un fuerte viento
friolento en las noches, además del ataque de numerosas abejas revoloteando por
encima de ellos. “Pensar que no va a aparecer la migra en este trayecto me da
fuerzas y me permite aguantar las altas temperaturas en el día, el viento en la
noche y el ataque de las abejas”, me contaba un migrante hondureño con el que
conversé.
Para las mujeres, gays, lesbianas
y trans el viaje en “La Bestia” además del constante peligro de ser arroyadas
viene acompañado de acoso sexual de algunos migrantes machistas, además de la
violencia homofóbica hacia gays, lesbianas y trans. Francis, un transexual de
Honduras que intenta cruzar hacia Estados Unidos por segunda vez me contaba que
en vez de solidaridad entre los migrantes tanto en La Bestia como en los
albergues se encuentra con constantes chiflidos, tiradas de pelo, insultos,
burlas y empujones y que algunas veces es leído como “Mujer” y que le han
querido violar.
Francis viene huyendo por segunda
vez de la violencia homofóbica que recibe en su país, con la esperanza de que
en Estados Unidos (que según ella tiene cierta fama de ser incluyente con la
población homosexual) pueda tener un mejor trato, aunque se le haya dado la
oportunidad hace dos años de residir allá por su condición de perseguida en
Honduras, pero que después de seis meses de residir en el país que se jacta de
“diverso e incluyente” fue expulsada al responder con algunos rasguños leves
hacia una compañera de trabajo que la violentaba por ser trans.
Francis
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Sin embargo, para algunos
migrantes el fin de su travesía para llegar a Estados Unidos termina en el
trayecto de este tren, pues algunos han sido arroyados desde el techo al
quedarse dormidos o ante el más mínimo descuido (¡hasta meterse la mano en un
bolsillo o querer rascarse la nariz ya implica un gran peligro!). A algunos las
ruedas de La Bestia les ha quitado sus manos, a otros sus pies y a otros ha
pasado por encima de sus cabezas, quitándoles de inmediato su vida y dejando su
cuerpo triturado.
Al llegar a Ixtepec podrán
también hospedarse en el albergue del padre Solalinde “Hermanos en el camino”,
en donde cuentan también con alimentación, servicio médico y psicológico
gratuito de la organización médicos sin fronteras, y asesoría migratoria y
jurídica para las denuncias que
interponen la mayoría de migrantes que han hecho este trayecto.
Buena parte de ellos ante el
inminente peligro que implica viajar en “La Bestia” optan por parar su trayecto
hacia Estados Unidos por tres meses, al pedir que se legalice su situación en
México, derecho que tienen si ponen una denuncia por los diferentes delitos que
han sido cometidos en su contra, siempre y cuando, después de un largo proceso
burocrático de tres meses, las autoridades asignan el delito como “grave”.
Quienes optan por esta opción
tienen la posibilidad de hospedarse en el albergue y de trabajar en construcción,
lavando platos o preparando comida en restaurantes, a cambio de un salario por
debajo del mínimo, pues los patrones se aprovechan de su situación de
ilegalidad. El salario diario, por una jornada de aproximadamente 8 horas es de
80 pesos mexicanos (aproximadamente 6 dólares). Trabajando diariamente pueden
lograr reunir algo de dinero para enviar a sus familiares en su país de origen
(principalmente provienen de El Salvador, Honduras y Guatemala) y reunir una
parte del dinero que les exigen los coyotes o “polleros” para cruzar hacia
Estados Unidos (aproximadamente 2.000 dólares); la otra parte la obtienen
prestada de sus familiares o amigos que residen en Estados Unidos.
Esta opción también les permitirá
dejar a un lado la terrible Bestia y tomar autobuses hasta la frontera con
Estados Unidos. Algunos de ellos desisten de cruzar hacia Estados Unidos y se
quedan en México trabajando.
Pero otros migrantes, aun
habiendo sido también víctimas de los atropellos de las autoridades mexicanas y
del crimen organizado, tres meses es demasiada espera tanto para obtener un
permiso de un año para estar en México como para esperar por una supuesta justicia
poco probable ante los atropellos que se han encontrado en el camino y
prefieren continuar en su situación de ilegalidad hasta llegar a la frontera
con Estados Unidos y jugárselas en los techos de “La Bestia”.
Ellos descansan entre una y dos
noches en el albergue de Ixtepec y se preparan para tomar La Bestia hacia
Piedras Negras, Veracruz, parada del tren bastante peligrosa ante la entrada
del temeroso grupo de “Los Zetas” y de grupos de narcotraficantes, quienes con
la complicidad de las autoridades continúan extorsionando y secuestrando
migrantes, exigiendo sumas de hasta 10.000 dólares a sus familiares a cambio de
dejarles en libertad. El tráfico de mujeres y las violaciones también son pan
de cada día en esta parte del tren, que luego se dirigirá hacia Puebla para que
posteriormente lleguen a la Ciudad de México, que es un poco menos de la mitad
del camino, pero que para los migrantes es casi un triunfo, pues es un poco más
fácil llegar hacia la frontera con Estados Unidos, ya que hay un menor número
de autoridades migratorias y el tren hace recorridos mucho más largos.
Entrada
del albergue de Ixtepec al frente de la estación del tren
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En el estado de Veracruz el
ambiente de la migración, al pasar el tren, vive también una de las pocas caras
no violentas, reflejada en la solidaridad de “Las Patronas”, un grupo de más de
20 mujeres que desde hace 17 años arrojan comida a los migrantes que pasan en
el veloz tren de La Bestia.
Estas mujeres, sin esperar nada a
cambio, han podido construir una red de solidaridad a nivel nacional que les
permite preparar 20 kilos diarios de arroz y frijol, además de algunas
conservas, tortillas, frutas y pasteles para alimentar a los hambrientos y
sedientos migrantes que desde hace más de un día no se hidratan y alimentan.
Algunas
de Las Patronas, en espera del tren para dar comida a los migrantes
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Por fortuna, los migrantes
también se topan con muestras de solidaridad en su camino, pero aunque estas
muestras existan, la criminalización de la migración y el uso de México como
títere por Estados Unidos para frenar aún más la migración es cada día más
fortalecida y la xenofobia y racismo hacia la población centroamericana tanto
en Estados Unidos como en México es cada día más alimentada, esa misma que,
curiosamente, tienen que aguantar los mexicanos que día a día son expulsados de
su país hacia Estados Unidos ante las precarias condiciones de vida que
atraviesan a una considerable parte de su población.
Pareciera ser que además de esta
solidaridad y de algunas peleas legales que pueden menguar esta violencia a
corto plazo y en muy corto alcance necesitamos remitirnos a la crítica radical
de la construcción y existencia de los Estados Nación en el mundo, en donde las
naciones que están ubicada al norte o más al norte como en el caso de México se
valen de una sistemática violencia para reprimir a la población que quiere
migrar hacia sus países, pues los privilegios económicos de las naciones del
norte que no llevan a migrar a sus ciudadanos y que les permite pasearse como
turistas libremente por todas las naciones del mundo pueden sostenerse gracias
al aplastamiento de las economías en los países del sur, que les desplaza de
sus países pero que a la vez se les impide conseguir unas mejores condiciones
de vida en los países del norte.
Los migrantes centroamericanos
están como en la frontera: ni en sus países ni en Estados Unidos, pues en El
Salvador, Guatemala y Honduras solo tienen la opción de morir de hambre o de
vender su mano de obra por poco dinero,
y en Estados Unidos se hace cada día más imposible su entrada, y en el caso que
logren entrar, en cuestión de meses o pocos años son deportados al país de
origen que los desplazó, país que les permite vivir sin el acoso de una
autoridad de migración, pero en medio del
acoso que implica el hambre, la necesidad de techo y de un mejor futuro
para sus familias; acoso tan o más poderoso que el que despliegan los millares
de autoridades migratorias tanto en México como en Estados Unidos. ®
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